viernes, 28 de septiembre de 2012

Amaneceres , capítulo XIII

HOLAAAAAAAAAAAAAAA AMIGOSSSSSSSSSSSS DE ESTE BLOG BOTICARIO...HOY LEEREMOS EL CAPÍTULO XIII DE MI ÚLTIMO LIBRO "AMANECERES" ( sólo faltan 4 capítulos más y lo habramos recorrido todo).

Antes les cuento que:

-Sábado 29/09....18.00 hs leyendo algunos párrafos de "Amaneceres" en Ravignani y Soler, barrio de Palermo, ciudad de Buenos Aires. Música : bossa nova, jazz y boleros.

-Domingo 30/09...a las 16.00 leo en el escenario de la F.L.I.A., Feria del Libro Independiente y Autogestiva....en Parque Centenario, barrio de Caballito, ciudad de Buenos Aires. Desde el mediodía estaré con mis libros...la FLIA se organizará enfrente del Hospital Naval.

 -Jueves 04/10...a las 18.00hs me invitaron a presentar  mi libro "Amaneceres" en el Club 25 de Mayo y Biblioteca Arandu, Av Florida 2010, Olivos, Pcia de Buenos Aires.


-Sábado 06/10... a las 18.00 me invitaron a presentar "Amaneceres" en el espacio literario "Los Salieri"...Av. Medrano 150, bar The Rozz....Barrio de Almagro, ciudad de Buenos Aires.

-Domingo 07/10... desde el mediodía en la F.L.I.A. de la ciudad de Escobar, provincia de Buenos Aires, con todos mis libros.

-Sábado 13/10... presento mis libros en la ciudad de Gualeguaychú, Provincia de Entre Ríos, en la que fuera la casa del poeta Olegario V. Andrade. Música a cargo de un guitarrista de la ciudad.


TODOS LOS EVENTOS SON CON ENTRADA LIBRE Y GRATUITA!!!!!!!!!!!!!!!!
SE PUEDEN LLEVAR UN CUENTO IMPRESO DE REGALO ...TAMBIÉN HABRÁ UN STAND CON MIS TRES TÍTULOS PUBLICADOS.



Amanecer XIII



        Amanecer en el teatro…

       Los amigos van llegando, algunos apurados, otros no. El teatro comienza a llenarse de gente. Desconocidos, conocidos y de los otros. El largo telón verde musgo esconde la figura de los tres. Desde la última butaca o desde el medio, desde donde se quiera se garabatean formas suspendidas. Como un cúmulo de fantasmas recorre cada pedazo del escenario, observa cada detalle desde el otro lado. Desde el lado de adentro, donde el público no puede llegar, no corresponde, es el lugar de ellos, de los artistas, de Milena, Martín y Alejo.
        Los aplausos se funden en un golpe suave y casi celestial, cuando ese pedazo de terciopelo empieza a subir, como Cristo y su Ascensión, como algún santo por ahí. Sus caras chocan con la de todos. Un “bravo” y otro y otro, se suman y dan lugar al comienzo del show. La euforia invade el salón.
        El sonido penetrante de Alejo y su saxo los enmudece. El viento los penetra, la fuerza de su metal, el soplo del músico inunda el aire. Ese instrumento chapado con oro que le regaló Amelia, su madre, cuando cumplió 15 años, suena como el primero creado por Sax en los años 1840. Fabricado con latón, con las cualidades de la madera, se presenta así con “Mujer no llores”. Y el metal. Y la fuerza. Los soplidos y Alejo y el instrumento se unen, se hacen uno, se mezclan entre la gente, como fantasmas otra vez. Fantasmas musicales. Clara está ahí, lo mira, lo admira. Amelia también está, lo mira, no entiende, ese saxo choca contra sus oídos y la hace ver fantasmas, ella sí los ve de verdad.
       Desde un Oriente del siglo XII y de las manos de Martín, el pelilargo con anteojos, se despliegan una a una las notas inventadas de los timbales. Los golpes se suman al saxo, lo acompañan, lo van guiando hasta el final de la canción, llega la paz, los fantasmas van descendiendo desde el techo y llegan al piso y otra vez vuelven, cuando los músicos lo quieran. Ni antes, ni después.
       Con la majestuosidad que corresponde a la dama del grupo y a un piano de cola, empiezan a sonar las teclas, una más una, más una… Y otra vez los fantasmas que vienen desde la Italia y su invento. Y el silencio se arrodilla, ante la fragancia desplegada por esos dedos largos de manos pequeñas, que siguen con sus rulos negros, bien negros, cada acorde, cada nota, el pentagrama entero.
      Alejo, Milena y Martín; el saxo, el piano y los timbales, se toman de las manos, suenan, golpean y soplan. Chocan entre sí para convertir a ese mundo de personas, en un invento de fantasmas que vuelan y cantan. Y de golpe, cuando una nota se destaca por lo grave, caen al piso, y vuelven a levantarse con el agudo y su ahora.
      Oírlos en medio de esa mística creada, parece un regalo del cielo o del infierno o de  lo que cada uno quiera.
      El final llega como siempre llegan los finales. En el momento preciso o no. Este final llega cuando ellos tres lo deciden y los fantasmas corren a esconderse cada uno en su instrumento favorito. Y todos aplauden. Y los músicos otra vez en fila horizontal ante su público, que lo viva casi con devoción.
     Manuel se acerca a los timbales y abraza a su padre.
     Amelia corre hacia el saxo de su hijo y llora emocionada.
     Milena espera que una palmada  le diga: “todo salió muy bien amiga”.
     Hijos, madres, amigos, conocidos y desconocidos, deambulan entre los sonidos ya guardados y felicitan al trío que minutos antes había sabido llenarlos de esa música que los envolvió y los sacudió y estuvo ahí, entre ellos, entre todos.
    La madrugada empieza a caminar en medio de una luna creciente y un lobo dispuesto a aullar cuando ella se haga llena.
    Un amanecer más en la ciudad. Un amanecer más en la vida de los músicos, de todos, de mí y del que está leyendo u oyendo esto, hoy y aquí.
    Amanece… otra vez.



AMALFI,GRACIELA.
 Amaneceres- 1a ed.-Ciudad Autónoma de Buenos Aires: el autor, 2012
88 p.; 21 x 15 cm.
ISBN 978-987-33-1798-9         
1. Narrativa Argentina. 2.  Novela. I. Título
    CDD A863


Fecha de Catalogación: 06/02/2012

Contacto con la autora:
belinda_2010@yahoo.com.ar






domingo, 16 de septiembre de 2012

Amaneceres, capítulo XII.


Amigos... en este post publico el capítulo XII de mi último libro "Amaneceres".

El recorrido boticario de este mes y el que sigue será:

-Sábado 29/09....18.00 hs leyendo algunos párrafos de "Amaneceres" en Ravignani y Soler, barrio de Palermo, ciudad de Buenos Aires. Música : bossa nova, jazz y boleros.

-Domingo 30/09...a las 16.00 leo en el escenario de la F.L.I.A., Feria del Libro Independiente y Autogestiva....en Parque Centenario, barrio de Caballito, ciudad de Buenos Aires. Desde el mediodía estaré con mis libros...la FLIA se organizará enfrente del Hospital Naval.

-Sábado 06/10... a las 18.00 me invitaron a presentar "Amaneceres" en el espacio literario "Los Salieri"...Av. Medrano 150, bar The Rozz....Barrio de Almagro, ciudad de Buenos Aires.

-Domingo 07/10... desde el mediodía en la F.L.I.A. de la ciudad de Escobar, provincia de Buenos Aires.

-Sábado 13/10... presento mis libros en la ciudad de Gualeguaychú, Provincia de Entre Ríos, en la que fuera la casa del poeta Olegario V. Andrade.

TODOS LOS EVENTOS SON CON ENTRADA LIBRE Y GRATUITA!!!!!!!!!


A ahoraaaaaaaaa el capítulo XII...



 

Amanecer XII


  
        Amanece un Alejo dormido en la alfombra. El saxo a su lado esperando que de una vez por todas abra sus ojos. Hoy es su día libre en el trabajo. Debe ir hasta la casa de Amelia, su madre. Por ahí le haga bien a ella y a él también. O tal vez será mejor que la llame por teléfono como ayer.
 Hoy ella atenderá, seguro que atenderá. Alejo se incorpora despacio, su cuerpo se sacude frente al espejo del living, darse una ducha y afeitarse es lo que más desea en este momento.
  El café negro recién preparado con su olor atrayente y el dulce de su trago, lo despierta por completo. Así, bien despierto y ya vestido, decide ir hasta el barrio donde corrió detrás de alguna pelota, hace tiempo atrás cuando era chico.
   Prefiere ir caminando con el frío de un sol creciendo en el cielo, que los apretujones  en ese colectivo pegoteado y torpe. Un chofer que nada sabe de sostenerse en pie haciendo equilibrio en un vehículo que despega como en una pista preparada, cada vez que sale de una parada o frena frente al rojo de un semáforo o sigue de largo, a pesar del color que le marca la prohibición de avanzar, avanza entre ruedas de autos más pequeños que él. Ese colectivo que se siente el dueño de la ciudad y corre y llega y alcanza. Y a veces mata. “Mata como los aviones”, piensa Alejo, “todos matan, me matan, nos matan, los matan”, sigue.
   Camina rápido, su cara fresca choca con un viento afilado, que le sacude la mirada y lo quiere asustar. Pero Alejo no se asusta. Él nunca se asusta, no tiene miedo. Ni siquiera a la locura de su madre le tiene temor, ni a la mala onda de su jefe, ni al imbancable del vecino y sus golpes en la pared o sus timbres cuando su saxo suena más de lo permitido. Reglas, permisos, equipajes, madres, locuras, nada y todo. Mundo.
   Toca el timbre en la casa de Clara, la mujer abre la puerta sin sorpresa, lo espera, como todos los martes. Ella es la que lo contuvo en su infancia. Infancia sin padre y con una madre a punto de enloquecer. Hoy de nuevo se repite la historia, pero en lugar de cuidarlo a él, Clara cuida a su madre. Toman mate con los bizcochitos salados que Alejo compró en la panadería de doña Tota, la panadería del barrio, la de siempre, la de las cosas ricas. Le entrega el dinero de todas las semanas, él sabe que no es suficiente, pero es lo que tiene hoy. Clara también sabe que necesita más para los gastos de Amelia, pero no dice nada, calla, como siempre calló. A pesar de sus años, de sus hijos, de sus nietos, de su vida de profesora jubilada, la mujer sigue pendiente de su vecina como lo fue siempre. Tal vez porque Alejo y Amelia supieron ganarse su corazón y su tiempo.

­_Está como siempre, en su mundo_ dice ella. Canta, sale a la vereda, me saluda y a veces te nombra. A tu padre también lo nombra.

_Sí, como siempre lo nombró desde el día en que él se murió_  contesta Alejo.

Es hora de atravesar la otra puerta, la de la realidad de Amelia, la de la verdad. Es triste su verdad, pero es suya y debe convivir con ella. Cómo escapar de la verdad de cada uno.
El gato con sus ojos vidriosos lo mira, parece esperarlo, como si supiera que hoy es martes. Ella lo mira a su hijo, cree reconocerlo, lo saluda, le hace un café con leche, le pregunta por su música. Hoy no está tan metida en sí misma, como si el golpe del día anterior hubiera activado sus neuronas otra vez, como cuando ella era joven. La Amelia de su niñez, la que lo acompañaba al colegio, la que le indicaba qué hacer, la que era su madre. Hoy lo sigue siendo, pero es distinto. Ella se olvida, lo olvida, no recuerda, se va, vuela, corre, escapa. Escapa a su verdad, Amelia huye de su verdad, huye siempre.
  Alejo le cuenta de su llamado del día anterior, ella mira a su hijo con asombro. No recuerda el teléfono sonando, no sabe de dónde apareció ese golpe en su frente, ni la mancha de sangre en su camisa.
  _El café está muy rico_ dice Alejo.
  _ ¿Y tu música? ¿Ya subiste a algún escenario?_ le dice con tono burlón largando una carcajada casi loca.
 _Hace frío acá_ dice el hijo.
 _Pongo la estufa en máximo, si querés.
_No, no importa, igual ya me voy. Estoy apurado, tengo que ir a trabajar_ miente, Alejo miente.
 Siente que ya cumplió con su cuota semanal, se le hace difícil respirar el aire de la casa.
  La mira otra vez, la registra, la observa. Ese corte en la frente, no se puede ir así, sin al menos preguntarle otra vez si recuerda algo. Le cuesta acercarse emocionalmente a su madre, pero hoy quiere intentarlo. La indaga, la interroga. Ella no puede olvidar todo, así de golpe… algo tiene que funcionar en su cerebro.
  Alejo le dice que ayer la llamó, le insiste, le suplica que intente recordar, que no se escape en el “no me acuerdo nada”. Le grita con vehemencia, ella tiene que reaccionar, dar alguna respuesta. La mujer lo mira, lo escucha, parece querer pensar. Piensa. Se asusta. Llora. Ríe. Se conmueve. No se enoja.
  El hijo se pierde en medio de la sumatoria de llantos y risas y desdichas. Tiene que convencerse de una vez por todas, lo que negó interiormente toda su vida, que su madre esté loca.
 Cómo le cuesta enfrentarse a esta verdad. La verdad de siempre, la que le tocó en suerte. La de su maldita o bendita vida, quién puede ponerle el mejor adjetivo a su vida.
  Lo abraza como una niña que necesita ser cuidada. Él la aprieta con fuerza, la contiene y se contiene como lo hacía cuando era pequeño. El frío se fue, no por el calor de una estufa encendida, sino por un calor de una madre y su hijo desamparados, que hoy de a poco y con pasos pequeños, pero firmes, intentan llegar a algún lado juntos, los dos. Al infinito o a la nada, el tema es llegar.
Pasan las horas. Cenan.
Cuando su madre está dormida, el muchacho agarra su mochila y se va tranquilo, con la promesa de volver en pocos días.
  El regreso también será a pie, prefiere ver el sol desde los pies sobre la tierra y no en el colectivo de un chofer apurado y mucha gente amontonada.
Amanece, otro día más…



AMALFI,GRACIELA.
 Amaneceres- 1a ed.-Ciudad Autónoma de Buenos Aires: el autor, 2012
88 p.; 21 x 15 cm.
ISBN 978-987-33-1798-9         
1. Narrativa Argentina. 2.  Novela. I. Título
    CDD A863


Fecha de Catalogación: 06/02/2012

Contacto con la autora:
belinda_2010@yahoo.com.ar
www.facebook.com/Boticaria Letras Desarmadas Amalfi

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN 978-987-33-1798-9
Impreso en Argentina. Derechos reservados.
 

 


martes, 4 de septiembre de 2012

Amanecer XI...otro capítulo


Holaaaaaaaaaa amigosssssssssssss del blog en esta oportunidad compartiremos el capítulo XI de mi último libro "Amaneceres" ( ya quedan pocos). Pronto empezaremos una nueva historia. Esta incipiente novela a la que llamaría dueto (no sé si corresponde este término acá), la estamos escribiendo en forma de dos personajes de papel con mi amiga y escritora María de Lourdes Gonzalez (Civetta).

El 1º de Septiembre tuve el placer de compartir la presentación del libro "Confesiones de una caótica trastienda", de mi amiga escritora Silvia Pereiro, Leny y  de escribir el prólogo de este homenaje a los demonios y ángeles que todos llevamos dentro.

Acá va el capítulo que sigue para que puedan leer toda la historia aquellos que no tienen el lbro y quieran tomar algo de su tiempo para hacerlo. 

¡¡¡ Muchas gracias!!!





Amanecer XI

 Extraído de mi libro "Amaneceres"/Graciela boticaria Amalfi.


        Milena está sentada enfrente de su piano. Están solos esta vez, su compañía la llena y la rebalsa, las teclas reflejan su sonrisa, su estar en paz consigo misma. Cómo disfruta ese paro de actividades en la facultad. Ese paro que la acerca a su mundo interior. Tiempos ni blancos ni negros, tiempos coloridos como los del arco iris y sus amigos, como los de su acuarela dispuesta a ser usada.
   Si el instrumento pudiera hablar diría, de ella, más de lo que todos pudieran decir. Conoce de sus golpes con bronca cuando amanece triste, sabe de sus sinsabores, de su rutina. Milena parece feliz. Ella es feliz a veces, como todo el mundo… a veces.
  El sonido de su piano la rodea, abraza su cuerpo como el mejor amante. Ella sucumbe ante la tentación de tocarlo, acariciarlo, recorre con él un túnel de sensaciones vividas y de otras postergadas.
  Milena tuvo dos parejas en su vida. Poco tiempo. Poca nada. No soporta las exigencias de proyectos inventados, no porque no le gusten los proyectos, sino porque no necesita ese tipo de historias o cree no necesitarlas o no apareció el hombre que supiera armar un plan de vida atrayente.
   Ella y ella. Eso es todo. Egoísmo quizás o nada o todo. ¿Quién puede juzgarla? ¿Quién debe juzgarla? Ella no pide, ni da demasiado. Su vida no le dio mucho, por eso se prefiere así, en su mundo, su mundo feliz, su feliz mundo. “Infeliz”, pueden decir otros, a ella no le importa.
  El piano, los óleos, le dan todo lo que desea, lo que quiere, lo que ama. La facultad y el trabajo, son parte de una rutina que debe seguir. Así la educaron en el colegio de monjas y en su familia con la que vivió hasta sus 18 años. Ahora nadie le puede decir nada. Ella es ella otra vez. Así vestida de negro o de blanco o de rojo. A nadie le importa, a Milena sí. La joven encuentra en sus horas de teclas la dicha consumada. Su alrededor no tiene un registro concebible en su interior. Es su capricho no registrar nada, ni a nadie. ¿Para qué? Así está bien o mejor o cree estarlo.
  Sus amigos la conocen, la saben, la quieren. Ella lo pasa bien con sus teclas y sus acuarelas. Su esencia se resume en esas dos cosas, al menos hoy, por ahí mañana cambia, por ahora seguirá siendo así.
   La noche se hace gigante, la luna hoy no aparece. El piano se asoma por la ventana y las horas avanzan sobre un reloj bien despierto.
   Ahora es la mañana quien empieza a agrandarse, para anular a esa noche de corcheas y colores que acaba de terminar.
   Amanece…
   Milena sola otra vez, sola para el mundo que la ve. Ella no siente eso, ella se siente plena.
   Es hora de darse una ducha, ponerle cerrojo a su vida interior y mostrarse al mundo del trabajo diario. Así se lo enseñaron desde chiquita, así lo aprendió.
   Así entre noches sin lunas y amaneceres solitarios.







Apegos feroces, de Vivian Gornick