domingo, 4 de abril de 2010

Los lelustros perdidos











Los lelustros perdidos.

El muchacho deambulaba por la ciudad buscando un lelustro donde encontrar paz. Todos los lelustros estaban abarrotados de gente. Gente que ni siquiera sabía que hacía en esos lugares.
Los lelustros se habían engendrado como lugares pacíficos, donde meditar, leer, pensar, volar. La moda los había hecho populares a tal punto que los lelustros habían perdido su esencia.
En sus primeras visitas Manuel había podido leer, escribir, pensar. Ahora con toda esa gente que no entendía nada de lelustros todo se había perdido.
Muchas veces pensó en gritarles a todos que dejaran de ir a los lelustros. Decirles que los lelustros no eran para los seguidores de modas, para los materialistas y los superfluos.
Quería gritarles que los lelustros eran para los artistas del alma, los artistas de la vida, los artistas de si mismos.
Pasaron los años y Manuel con casi medio siglo de vida vio como los lelustros empezaron a desaparecer de su ciudad.
Al principio sintió nostalgia, dolor.
Apagó el velador. Pensó que tal vez los lelustros estarían felices de no existir para lo que no fueron creados.


Graciela Amalfi.

5 comentarios:

  1. Me encanto Beli!!!
    No habremos sido lelustros en la otra vida???

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  2. ¡¡¡Muy bueno!!!
    Sabés GRACE que pienso que los lelustros existen en otra dimensión y se hacen terrenales sólo cuando los buscás.
    ¿Que tal? y vos que pensás.
    Frecuentemente trato de estar mentalmente en esos lugares.
    Besos María Inés.

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  3. Me da curiosidad, más diría interés de ir a un lelustro, ya sea real o imaginario, ambos nos originarían algo. No sé qué... pero seguro que algo.

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  4. Mmmmmmmmmmmm!! me gusta eso de los Lelustros, dejamelo a la imaginacion, ella sabe bien que hacer
    Gra! Un verdadero placer conocerte hoy y poder comenzar una amistad.
    Te dejo besos de luz
    MOnica

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  5. Resulta que en Mendoza , en la aVENIDA LAS HERAS ,hay un lelustro.Ta ,tan bueno que me dejaron los zapatos en total paz y regocijo. Lamentablemente pensé que yo solo lo había encontrado, pero cuando me alejaba , oí que lejanamente otro lelustro don! y me quedé triste.Ricardo y Maru

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Apegos feroces, de Vivian Gornick