lunes, 19 de abril de 2010

Cárcel y venganza.






Cárcel y venganza.

Carlos pasó treinta y cinco años en la cárcel acusado de una muerte. La muerte estampada por un compañero ocasional en un rapto planeado. Todas las pruebas cayeron sobre él, pero el verdadero culpable era su amigo.
La foto de Carlos comenzó a encabezar las hojas policiales de los diarios con un gesto arrugado y hosco. “Carlos Ramura acusado de asesinato del pibe de Vicente López”, eso se leía en los kioscos, en los bares, en las casas.
En la cárcel sintió la injusticia; la misma injusticia cometida contra ese chico de Vicente López. Carlos era propietario de su vida, la víctima no; a quien le arrebataron su vida por un motivo sin motivo.
Durante el primer año de “tumbero” no leyó ningún diario ni revista ni información involucrada en esa muerte . Su historia fue encerrada entre paredes frías y secas, llenas de rencor y de venganza.
Carlos era un tipo de los buenos. Todos en la cárcel pensaban esto hasta el mismo Julián ,quien era el carcelero más severo.
Ezequiel, su hermano mayor, le había conseguido un arma. Todos conocían su reacción, todos conocían su rabia, todos sabían que quería vengarse de su antiguo cómplice y Julián, el carcelero, sabía de la existencia de la calibre 38, sin embargo, hizo como si nunca la hubiese visto.
Al fin llegó ese siete de septiembre, el día final de su condena. Saludó a cada uno de sus compañeros y a todos los guardias. Cuando Julián le dio el abrazo de despedida le hizo un guiño diciéndole: “-Esta vez hacela bien, ya sos un tipo grande”.
Carlos no quiso entender el significado de las palabras, tomó su mochila y despacio, con la cabeza gacha, sin volverlo a mirar a los ojos, se marchó.
No miró para atrás ni una vez, recordaba la estatua de sal de la mujer de un personaje de la Biblia. Con cincuenta y cuatro años de edad entró nuevamente al mundo hecho un trapo para él.

Sin dudar fue al lugar donde estaban depositados sus recuerdos: calle Alberti 2135, en Vicente López; esos recuerdos vivían ahí desde hacía más de tres décadas.

Ese sitio era imborrable. La casa igual. Todo igual, excepto el árbol de la vereda; aquel árbol flaco de aquella vez, transformado en un monstruoso tronco que a su alrededor desplegaba figuras irregulares. La reja del mismo tinte que antaño. La mansión vecina no estaba, había sido reemplazada por un edificio de siete pisos lujosos. Se detuvo frente a la casa, se acomodó su mochila , extendió su mano para tocar el timbre pero se detuvo a mitad de camino. Sintió temor y una inseguridad que lo inmovilizó.
En ese momento los platos de la balanza de la indecisión se volcaron de un lado para el otro. La balanza se detuvo y presionó el timbre que se oyó sonar como mudo dentro de la casa. Sin ruido, como toda esa vivienda sin vida, repleta de ausencia, tristeza y muerte.
Se asomó un anciano canoso y arrugado.
-Sí señor, ¿qué desea?- retumba la voz del anciano detrás de la puerta entornada.
-Aquí vive la familia López Escovietto?- pregunta Carlos.
-Así es, responde.
-Yo vine por la venganza esperada desde hace más de treinta años_, dice Carlos.

El abuelo sorprendido estuvo a punto de caerse pero logró mantenerse en pie. Se acercó a la reja; miró al extraño de arriba abajo. A través de los barrotes había un hombre de aspecto pulcro, cabello castaño, camisa a cuadros, pantalón de jean y zapatillas negras. Le llamó la atención la mochila.
La mochila se abrió desprendiendo un sudor de venganza. El hombre parado en la vereda le entregó al dueño de casa una pistola calibre 38, diciéndole:
"Tome venganza por favor" y
empezó a contarle que él y un canalla habían raptado a su hijo hacía muchos años atrás y que él estuvo todo el tiempo en la cárcel pensando ese momento.
-¡Máteme, máteme, sólo así podré vivir de verdad!
El viejo tomó el arma, la colocó en la sien izquierda del adversario y apuntó con seguridad y disparó dos veces. Dos tiros estallaron dirigidos al aire.
Ante el estrepitoso ruido un vecino llamó a la policía, otro corrió hacia la casa de Francisco, del anciano. Todo el vecindario oyó los tiros.
Con palabras casi sin sonido el viejo le dijo que la venganza había sido consumada ;le confesó haber matado al verdadero asesino, un día de diciembre, hacía treinta y tres años, y había dejado que él pasara todo ese tiempo en la cárcel.
La venganza de su hijo había culminado.
Carlos corrió.
Y se fue hacia un rumbo indefinido.
Cuando llegó la policía el arma estaba tirada en la vereda y en la cara del anciano se dibujó un gesto de satisfacción.
La venganza se sintió hermanada con la libertad, con la culpa y hasta con la cárcel.





GRACIELA AMALFI- ABRIL 2010

9 comentarios:

  1. Sinceramente maravilloso Graciela. Tu cuento me tuvo atrapada desde el principio. El final: magnífico!!! Felicitaciones amiga. Que placer leerte!!! Un beso grande...
    Laly Zayas

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  2. Te felicito Graciela, soy amante del cuento y no es un género fácil. Para ser el primero escrito por ti que leo la impresión es fantástica. Eres una cuentera, no creo que sea por casualidad y sí porque lo trabajas.

    Gracias por poner un enlace que va a ser reciproco.

    Un abrazo desde Alicante.

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  3. Muy bueno Gra! me gusto, vamos por mas
    Un besote gigante con mucha luz

    http://monicacontandocuentos.blogspot.com
    Monica

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  4. Y ¡SÍÍÍÍ! GRACE Buenísima tu narración; te mantiene atrapada en todo momento.
    Es un cuento seductor, dentro de la rama policial.
    Seguí atándonos y con felicidad, a la lectura de tus cuentos.
    Te mando un fuerte abrazo y besos.

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  5. teodosioluispaz@gmail.com21 de abril de 2010, 3:29 p.m.

    Muy bueno Graciela, intesante la visión de un hombre privado de la libertad y todo lo que origina. Teo

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  6. buenisimo Graciela. y pensar que este relato no difiere de la realidad, no es cierto?
    un abrazo grande, jorge amalfi

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  7. Un muy buen relato, Graciela. Encantado de conocer tu blog. Un beso,
    V.

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  8. HOLA GRA, ESPECTACULAR EL CUENTO!!!! BESOS PARA VOS Y LA FLIA. NOS VEMOS...

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  9. Fantástico, Graciela!
    Como ante otros cuentos tuyos, estuve "presa" de su evolución hasta el final. Me encantó!!!!!!!!!!!
    Graciela, Ex Seño de facu

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Apegos feroces, de Vivian Gornick