sábado, 26 de febrero de 2011

Kumiko...primeras letras/ Parte O.









Kumiko…primeras letras. Parte O

Cuando abrí el pesado paquete la sorpresa envuelta de alegría y decorada con una cinta de esperanza me inundó la cara. Mis ojos callados miraban las teclas con sus letras, mi voz ciega acunaba historias futuras.
-Gracias señora Victoria, le dije, qué regalo tan precioso. Es la mejor elección que pudo haber hecho.
Miré de reojo a René y vi que por sus labios corría una sonrisa traviesa y loca que se reflejaba en los ojos verdes.
María me trajo varias hojas de papel, las acomodé y en ese mismo instante con un gesto de reverencia hacia los presentes me senté y empecé a chocar mis dedos contra esas teclas que miraban sin entender a una joven tan arriesgada y decidida.
“Buenos Aires has entrado en mi corazón, hoy, este 16 de julio como un enamorado que se acerca lentamente en un barco bicolor desde un puerto lejano. Buenos Aires has marcado en mi vida, hoy, un surco que el tiempo nunca podrá borrar. Buenos Aires has hecho que te quiera desde el momento en que te caminé por primera vez. Buenos Aires, hoy, tango, canción y poesía.”
Sonrojada saqué la hoja escrita y se la entregué a la señora Ocampo. Me miró con dulzura y me dijo con una leve sonrisa:
-Falta mucho hija, pero vas a llegar a ser una gran escritora, lo sé, lo veo en tu porte, en tu entereza, en toda vos.
El rojo se fue escapando de mi cara a paso lento y sólo pude decirle “gracias”.
La familia disfrutaba mi alegría, René disfrutaba mi alegría. Y juntas su alegría y la mía salieron a caminar por el jardín lleno de verde y con una fuente en el medio, testigo ésta de un amor empezando a crecer.
Esa misma noche instalé mi nueva posesión una Rémington muy distinta a su progenitora nacida en New York en 1872. Ella y yo solas por primera vez en el cuarto de los Rivarolla Funes. Ella y yo juntas por muchísimos años.
Todos habían desaparecido en un pantano de soledades y soles. Ese cielo inundado de estrellas fugaces y con una luna a punto de parir eran testigos de la unión de mis manos con las teclas desordenadas y vagas.
Mi ansiedad por escribir llevó a paralizarme en un todo amontonado de recuerdos que dibujaban pasillos en mi mente.
Antes de comenzar con una historia de ficción o real debía escribirles a mis padres .¡Qué oportuna manera de estrenar el obsequio! Les contaría de la familia, de la casa, de la visita de Victoria Ocampo, de mi felicidad de hoy. A Buenos Aires no la había recorrido todavía, por lo que mucho no podría hablarles de ella. Más adelante lo haría.
El abuelo, mi árbol, la casa de mi infancia, Sallie, el colegio terminado, todo se acomodaba en mi cabeza como una suma algebraica con un resultado final igual a la nostalgia. Pero fue la alegría de esa noche quien le ganó a la nostalgia vieja.
Oí un golpe en la puerta del cuarto o mejor un llamado pidiendo permiso para entrar. Era René que aparecía con una jarra con agua y dos vasos de vidrio grueso.
No llegué a decirle ni una palabra. Él comprendió mi agradecimiento por estar ahí, al lado mío, observando y entendiendo esa porción de mi vida. La noche brilló imprevistamente como aplaudiendo un devenir de nuevas aventuras.
Le mostré a René algunos de los libros que había traído conmigo. Una mezcla de Kafka, Carpentier, Poe y a mis dos argentinos más admirados Girondo y la mismísima escritora que conocí hoy a la tarde. Guardaba un ejemplar del New York Times de febrero de 1957 con una entrevista a Fidel Castro donde mencionaba al argentino Ernesto “Che” Guevara. Me lo había regalado el hermano de Eleanor, no se lo había mostrado a nadie. No eran esos los mejores tiempos para hacerlo, más tarde lo haría con total libertad. Las ideas conservadoras de mi casa ocasional chocarían en un ring inútil e inoportuno con mi ideología.
A René le sorprendió mi última escala de hojas de periódico. Lo noté en sus ojos y en sus manos que quisieron despegar abruptamente de ese estadío.
La noche terminó clavada en ese lugar. Los cuerpos quedaron sin palabras y las paredes hubieran querido reaccionar, pero los ladrillos no habían sido creados para eso.
Mi sueño llegó mostrándome a un hombre imaginario sonriéndome. Así pasaba mi segunda noche en la Argentina.
El resto lo definirían las agujas de un reloj apresurado y revolucionario que penetraría hasta mis vísceras indicándome que siga pensando:
“-Piensa Kumiko, piensa” como decía el abuelo.
El sueño atropelló mi desvelo hasta el amanecer.



Graciela boticaria Amalfi- Febrero 2011.





5 comentarios:

  1. Muy bueno Gra! que intrigante se viene cada parte de Kumiko.Felicitaciones! Beso.

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  2. Bueníninisimooooo!!! me gusta, me gusta...vamos que se viene contodo!!!!Bravo cuentera!!!!! besote. lili

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  3. Capta la atención del lector.
    Me gustó.
    El libro será un exitazo.
    besotes

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  4. mUy bueno Grace!! Qué linda narrativa.Te crea intriga y deseos de seguir leyendo. Felicitaciones Amiga! Besos

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  5. ¡¡Muy bueno Gra!!
    "Buenos Aires" para Kumiko.
    Besos de Nieves.

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Apegos feroces, de Vivian Gornick