domingo, 6 de febrero de 2011

Kumiko...llegó a Buenos Aires...Parte M



Hola amigos del blog boticaria-graciela...después de un tiempito de no saber nada de ella...nuestra "Kumiko" apareció...siiiiiiiiiiiiii llegó a Buenos Aires...ya está corriendo el año 1958...veremos cuáles serán las vivencias que nos quiere contar esta vez...

Reajustaré los años del comienzo de la historia...en otro momento...para así poder pararnos hoy en el ´58.

Espero que su vuelta les resulte agradable...lo sabré por medio de los comentarios...sino la hacemos regresar...jajajaja.

Bue...acá va la parte M...Kumiko viajando.



Kumiko…viajando. Parte M.

de Graciela boticaria Amalfi

Llegamos a New York bien temprano. Mis padres, Louis y yo estábamos juntos en el aeropuerto. Mientras yo veía corretear a dos chiquitos enfrente de nosotros por la cara de mamá correteaban también unas lágrimas asustadas. Mi padre acariciaba su bigote que parecía que se iba a despegar de su rostro pálido. Louis animaba la reunión o mejor la despedida. Las palabras salían entrecortadas y con sabor a distancia y dolor de ausencias.
Al fin llegó la hora de embarcar. Los abrazos se apretujaban en una ida y una vuelta. Lloramos los cuatro. Mamá fue la que más expresó su impotencia por no poder detenerme en mi aventura de un viaje incierto a un país desconocido y lejano y de tan al sur.
El viaje se supo rodear de ilusiones y sueños, de la voz de René, de paisajes imaginados, de gente nueva, de una lectura agradable.
El avión pisó tierra argentina por primera vez conmigo encima. La pista sacó una bandera de bienvenida a una extranjera del norte.
El hombre de mis sueños me estaba esperando. Lucía una boina gris, una camisa blanca con rayas celestes y un pantalón cuyo color ya no recuerdo.
Acá también se entrelazaron los abrazos, a los que se sumaron los besos y las caricias.
Un coche negro de gran porte nos estaba esperando. Después de recoger las maletas subimos al auto para dirigirnos a la casa de René. El hablaba mucho, me hacía preguntas, me daba respuestas. Yo, como jamás me había pasado, sentí un nudo en mi garganta que no me dejaba hablar. La alegría del reencuentro se mezclaba con la tristeza de la despedida y como resultado mi cara estaba sin color y con ojos ausentes.

-Es el cansancio por tan largo viaje-Me dijo René.
-Si, estoy agotada, apenas murmuré.
Llegamos a su casa ubicada en un barrio elegante de la ciudad, en las calles Las Heras y Junín.
Cuando bajábamos del automóvil tropecé y caí en medio de la vereda. Mi rodilla izquierda empezó a sangrar. René me tomó en sus brazos y así entramos a su casa, la casa de sus padres.
Oportuna ocasión para conocer a su familia. Mi pierna moribunda, mi garganta sin habla y un cabello desordenado por el tiempo recorrido desde casa hasta este lugar.
Ahora éste sería mi lugar…debería serlo…o no…la decisión todavía seguía siendo mía. Las horas que habría de usar en este país también serían mías. El tiempo de René y mi tiempo podrían coincidir o no.
Hoy estaban recorriendo juntos el mismo reloj.
Mañana tal vez las cosas cambiaran…

GRACIELA boticaria AMALFI.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Dejá tu comentario acá...me gusta saber tu opinión acerca de lo que publico...el blog es para los lectores...gracias y con abrazo boticiario.

Apegos feroces, de Vivian Gornick