Amigos del blog boticario, otra vez por acá.
Los saludo y agradezco por el tiempo que utilizan en leer este post.
Hoy voy a compartir un cuento de mi primer libro "Des palabras armando"... porque muchos lo conocen, porque a muchos les gusta y porque muchos nunca lo leyeron.
-Domingo 7 de julio estaré con mi stand de libros de mi autoría en la Expo Sumando Alegrías.
Bazurco 2922 ( casi Nazca)/ Ciudad de Buenos Aires. Horario: 14 a 18 horas.
-Martes 9 de julio estaré firmando ejemplares de mis libros, en la Feria del Libro Infantl y Juvenil de Buenos Aires.
Av Figueroa Alcorta y Pueyrredón. Horario: 16 a 17 hs. STAND 105/ PABELLÓN A / SADE (Sociedad Argentina de Escritores). Mis libros estarán en el stand todo el tiempo que dure la Feria ( 8 a 27 de julio).
-Säbado 13 y domingo 14 de julio , mis libros en la FLIA ( Feria del libro independiente y autogestiva). PUESTO TAHIEL EDICIONES.
Humberto Primo y Balcarce/San Telmo/ Ciudad de Buenos Aires. Desde el mediodía hasta las 20.00 hs aprox.
-Viernes 26 y sábado 27 de julio a las 16.00 , nuevamente firmando ejemplares, en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de la ciudad de Buenos Aires.
Y ahora el cuento prometido:
Mi hermano mayor
Me fui caminado
despacio, silbando y con las manos en los bolsillos del pantalón, como me
gustaba.
Él se quedó ahí sentado en el banco de la
plaza, el que un rato antes yo había elegido. Ni me miró cuando me iba.
Mi recorrido comenzó por la calle Juramento, entré
en la heladería de la esquina. Pedí un enorme helado de chocolate. Me senté
tranquilo. Lo saboreé todo. Me sentía feliz. Libre. Solo.
Salí del lugar silbando una de mis canciones
preferidas. Caminé por la avenida Cabildo, entré en un ciber y me puse a
jugar.
Mi hermano era diez años mayor que yo. Tenía
una discapacidad mental incurable, según oí desde chico. No había terapia, ni
rehabilitación para su mal. Su mal que mis padres lo derivaron en mí. Yo era el
“normal”, debía cuidarlo, sacarlo a pasear, protegerlo.
Mi cruz se me hacía muy pesada. Mis padres
parecían no entender que yo sólo contaba con catorce años, que tenía derecho a
las salidas con mis amigos, con alguna chica. No, no lo entendían.
Se estaba haciendo de noche. Mis bolsillos ya
habían gastado las monedas y el billete que me había dado la abuela Irene.
Debía regresar a casa, pero no podría hacerlo sin él. Sin mi hermano mayor.
Decidí no volver. Empecé a pedir dinero a la
gente que transitaba por el lugar. Algunos me daban, otros me miraban con
desprecio.
Me acerqué a un hombre que estaba sentado en
la vereda justo enfrente del complejo de cines. Le pregunté si podía pasar la
noche ahí. Me contestó que sí. Ese hombre barbudo y sucio, tiró unos diarios y
una manta blanca sobre el piso y me dijo que durmiera ahí arriba.
Cerré mis ojos con fuerza para entrar rápido
en mi sueño. No quería despertar.
Apenas podía imaginar lo que habría pasado con
él. Lo que estarían pensando mis padres. Sólo me preocupaba la abuela .Ella era
la única que reparaba en mí.
Esa noche soñé mucho y largo.
Esa noche la calle no estuvo nada mal.
Esa noche marcó mi vida.
Esa noche, por primera vez, supe lo que
significaba la culpa.
Autora Graciela Boticaria Amalfi.
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