domingo, 3 de octubre de 2010

Kumiko...creciendo. Parte C.




KUMIKO…CRECIENDO.
Parte c.


Mis primeros años de vida fueron tranquilos y felices en la casa del abuelo. Me rodeaba el amor de mis padres. Disfrutaba ver asomar el delgado tallo de mi árbol y algunas hojas tímidas apenas sostenidas.
Todo era paz. Una semilla, un parque, un árbol con ganas de crecer.
Ya era tiempo de empezar la escuela. Etapa de cambios. “Kumiko sentía miedo por primera vez. Kumiko quería estar acurrucada entre sus padres y el abuelo”-Así corrían mis pensamientos todo el tiempo.

Ya estaba decidido. Iría al mejor colegio de la región. Colegio de niñas. Ahí pasaría mis semanas. El primer domingo de cada mes a la tarde me llevaría mi padre y regresaría a casa el último viernes de cada mes.

A la tarde, siempre a la tarde. “Tarde que a Kumiko se le haría corta”.

En el colegio conocí a un montón de chicas. A ellas les resultaba extraño mi nombre, pero "ya se acostumbrarán" pensaba yo todos los días al despertar. Mis amigas se llamaban: Sallie, Milly y Eleanor.




Octubre 2, de 1939
Carta nº 16.

Papis, ya llevo tres años en este colegio. He aprendido cosas muy interesantes aquí. Mi mejor amiga Sallie hoy está enferma, vino el médico a verla. Dijo que tiene una bronconeumonía, por lo que la envió a su casa. No me alegro por lo que le pasa a Sallie , pero qué bueno esto de poder irse a su casa. Uf, cómo los extraño. ¿Cuándo arreglan el carruaje de papá? Hace dos meses que no los veo. Me preocupa la última carta recibida en la que me dicen que el abuelo no se siente bien. No fueron muy claros en la explicación. Preferiría que me detallen mejor cómo van las cosas por allá o al menos que me autoricen para poder ir a casa en el tren que pasa por acá los martes. Tengo ganas de verlos. Sé que el tren tarda casi un día en llegar, pero podría tener algunas faltas en el colegio, como saben mis notas son casi brillantes. No me parece bueno este silencio. Creo que algo no anda muy bien por la casa.
Cuiden mi arbolito, ya debe estar hecho todo un caballero.
Espero obtener una respuesta rápida. Papá si no podés venir a buscarme al menos mandá una autorización para que me vaya en el tren. Yo hablo con la rectora del colegio y le explico todo, sé que me entenderá. A pesar de su cara insulsa y su gesto irónico sostenido durante todo el día. Quisiera saber cómo habrá sido su infancia para que sea tan amargada esta mujer.
El viernes en el comedor a una de las chicas se le dio por silbar y “la amargada” (nombre que usaré de ahora en adelante para nombrarla) no tuvo mejor idea que dejarnos sin postre. Y justo ese día había manzanas al horno, mi preferido. No sé qué habrán hecho con tantas raciones sin utilizar,supongo que se las habrán dado a los chicos del orfanato de la otra cuadra, bueno si fue así no está nada mal.
Hoy tuvimos una prueba de álgebra, mañana una de historia medieval y el jueves no sé qué filósofo nos viene a dar una clase. No me acuerdo su nombre pero seguro que el abuelo leyó algo de él.
Me apuro en terminar esta carta así la retiran hoy del colegio y en unos días la tienen con ustedes.
Ahora mis libros son mi compañía. Sallie no está. Ustedes y el abuelo tampoco.
Mi árbol con su tallo largo y hojas abundantes ocupa mis pensamientos. Lo imagino en medio del parque. El más joven de todos, el más esbelto.
Los quiero ver pronto, rápido, enseguida.
Con todo mi amor.

Kumiko.

Cerré el sobre, mis párpados se apretaron bien fuerte contra mis ojos y entre doce lágrimas caídas elegí la más chiquita y salada para que se quedara conmigo en medio de tanta soledad.

GRACIELA AMALFI- SEPTIEMBRE 2010.

2 comentarios:

  1. ¡Es hermoso! Cuánta inspiración, boticaria. Toda una alquimia, haciendo honor a tu nombre.
    Besitos
    María

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  2. Muy bueno, el relato me transporta !!me gusto,Muy Biennn vamos por mas!!

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Apegos feroces, de Vivian Gornick