Kumiko…en la librería. Parte Q.
María abrió la puerta de la librería. Librería con estanterías alargadas de madera oscura habitadas con ejemplares a veces idénticos y otras veces no.
Ella se dirigió hacia el sector de las poesías, yo preferí la narrativa.
El librero era un señor de unos cincuenta años, con bigotes prominentes y anteojos de grosor escaso. Un gato gris y distraído lo acompañaba.
Raúl, así se llamaba, estaba metido en un libro que contaría una historia sorprendente, al menos eso dibujaba su cara, el bigote que de vez en cuando caía y los anteojos en movimiento.
En el lugar había tres o cuatro personas, curiosos como María y yo.
Me acerqué al mostrador detrás del que estaba el librero y pude ver el nombre del libro que él estaba leyendo, “Los pasos perdidos” de Carpentier.
María dejó un libro que estaba hojeando y también se acercó al mostrador de madera de roble. Interrumpió la lectura de Raúl para presentarme como a una amiga recién llegada de Estados Unidos a la que le interesaba la literatura igual que a ella.
El hombre solía mantener largas charlas con la menor de los Rivarolla. Esa librería era su salida preferida. Salida semanal, infaltable. Regresaba a su casa con un libro nuevo cada jueves.
-Leí esa novela el año pasado-dije, dirigiéndome a los dos.
-¿Te impacto tanto como a mí?-, me preguntó él.
-Sí, la selva, el teatro y los instrumentos musicales me atravesaron por completo- contesté.
María nos miró con curiosidad mostrando manos de querer atraparlo y leerlo en ese mismo momento.
El lenguaje de los gestos de ambos llamó mi atención. Mi intuición femenina me llevó a pensar que entre mi reciente amiga y el librero había una historia escondida para el mundo exterior y al mismo tiempo mirada para un mundo de a dos.
María se sonrojaba cuando se dirigía a Raúl, eran pocos sus años para evitar el rubor de su cara. Él lo disimulaba muy bien, muchos años de simulacros recorridos por los surcos de su piel.
Ese tercer día en Buenos Aires la Kumiko recién llegada había descubierto que existían al menos tres clases de porteños: un René, un Marcelo y un Raúl. No eran ellos los representantes de todos los hombres argentinos, los días traerían más personajes interesantes para recordar.
Me alejé de María y Raúl.
Las estanterías me abrazaban con hojas, letras, puntos y comas. Caminando a paso lento y descansado encontré un libro editado en 1949, se llamaba “El extranjero” de Albert Camus. Conocía al autor francés sólo de nombre y al notar su presencia en la librería no dudé en querer llevar un ejemplar.”Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer. No lo sé…”así comenzaba. Así me atrapó esa novela.
Pasó algo más de media hora, yo seguía avanzando en sus páginas.
María y Raúl fueron dejados a un costado de mi mente.
-Kumiko, ya deberíamos regresar a casa- me dijo mi amiga, interrumpiendo el mundo creado entre el extranjero y yo.
Llegamos a su casa a las tres de la tarde. Comimos algo y nos sentamos a charlar de todo lo que habíamos vivido en esa agitada mañana y en ese mediodía de amores ficticios, inventados, reales…
La noche llegó pronto. La cena en familia y un descanso esperado hizo que olvidara mi Rémington. Esa máquina que observaba mis movimientos desde el escritorio en donde estaba apoyada.
Se cerraba otro día. Mi tercer día en Buenos Aires.
La luna y sus estrellas seguían velando mi noche.
El sueño llegó y no escapé a su encuentro.
Graciela Amalfi. Febrero 2011 .
AMIGOS EL SÁBADO 2 DE ABRIL... ESTARÉ PRESENTANDO UNA VEZ MÁS MIS
"DES PALABAS ARMANDO" EN EL CAFÉ LITERARIO "LOS SALIERI".......A
PARTIR DE LAS 18.00...............BACACAY 1715-FLORES-BUENOS
AIRES.........................A LOS QUE NO PUDIERON IR A LAS ANTERIORES.....A LOS
QUE QUIERAN VOLVER A ESTAR................LOS ESTARÉ ESPERANDO.
BESITOS BOTICARIOS.
Excelente descripciones tanto las del ambiente y la librería como las referidas al librero, "antejos de poco grosor, bigotes prominentes, simulacros recorridos por los surcos de su piel...", muy bueno, hay prosa poética.
ResponderBorrarSaludos
EFBDLT