lunes, 27 de diciembre de 2010

Tierra...del grupo de los Cortos boticarios.


"TIERRA"...DE LOS CORTOS BOTICARIOS.

Tierra.
de Graciela Boticaria Amalfi.


La calle vacía. Vacía y muerta como todas las mañanas. Mañanas de un ahora sin título. Título de un día perdido. Perdido en una semana cualquiera.
La calle corriendo a un tiempo inocente y despreocupado.
Mañana de gente caminando en medio de un asfalto asfixiado.
Un piso latiendo en un mundo viejo y arrugado.
Los chicos y los hombres soñando una misma mentira. Mentira armada por unos cráneos vacíos de sensibilidad.
Lágrimas que huyen de una esperanza que nunca llega. Una esperanza de paz con tanques de guerra. Gente amontonada y chocando contra un muro caído y en ruinas.
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Un viejo desarma la calle, toma la mañana en sus manos y se va a dar una vuelta con un planisferio dibujado en el pizarrón del colegio de campo.

Dicen que así desapareció un planeta al que llamaban Tierra.

Graciela Amalfi. 26-12-2010.

lunes, 20 de diciembre de 2010

El que no llora no mama...






Desde el blog boticario les deseo a cada uno de mis lectores la más linda Navidad y les dejo el boti-abrazo más grande junto con un enorme GRACIASSSSSSSS por visitar al boticaria-graciela.


Y lo último que escribí...





Dicho popular : “El que no llora no mama”.

Había un pobre infeliz que de tan infeliz todos se le reían al verlo. Y él lloraba por ello. En lugar de reírse el infeliz, lloraba y no dejaba de llorar.
Había usado todos los pañuelos de la abuela, los repasadores de la cocina y hasta los trapos de piso.
Las sábanas de su cama derramaban lágrimas a la par del infeliz. Los muebles de la casa no dejaban de mirarlo…y de vez en cuando se les piantaba algún lagrimón con sabor a tango.
Todo retazo de tela, pedazo de papel y material absorbente del planisferio salían presurosos a abrazar las lágrimas del infeliz.
Nadie sabía por qué lloraba el que lloraba. Ni su madre que a veces se ponía a llorar a su lado para no dejarlo solo. Su padre se cansó de su llanto y se fue de gira con unos magos de un circo que pasaron por el pueblo. Ni siquiera tenía hermanos el infeliz.
Un día llegó al pueblo un tal Pitágoras , decían que era un hombre muy inteligente y entonces el cura párroco fue a preguntarle si lo podría ayudar al infeliz que no dejaba de llorar. Le explicó que en la iglesia hasta las estatuas habían aprendido a llorar al compás de sus lágrimas y que una vez vinieron los canales de televisión a filmar el llanto parroquial en masa. San Expedito, la Virgen Desatanudos, San Cayetano y hasta Judas Iscariote lloraban y lloraban.

Pitágoras pidió ver al infeliz. Revisó cada una de sus lágrimas y le dijo a todo el pueblo.

“Pedazo de infelices ¿ no se dan cuenta que el infeliz tiene hambre y que este infeliz quiere que se cumpla el dicho popular que el que no llora no mama?”.

-Sólo tienen que darle de comer y su llanto desaparecerá.
El infeliz empezó a comer y comer y dejó de llorar y llorar.
El pueblo emocionado despidió a Pitágoras con un llanto general. El único que no lloró fue el infeliz que estaba entretenido con todos los manjares que le habían preparado.

GRACIELA “BOTICARIA” AMALFI. 13-12-2010

P/D: Dedicado a Raúl, Nieves y Gisela, por la compañía de estos cuatro meses…

domingo, 12 de diciembre de 2010

La mujer y el coronel.




La mujer y el coronel.


Whisky agitado por la mano del coronel, hielo desarmado, líquido frío que enrojecía sus dedos y quemaba su voz.
Eran mis inicios como periodista. El tiempo presente eran los años 60-70, apenas lo recuerdo.
Fue una de mis primeras entrevistas.
-¿Te animás muchacho?- me preguntó el responsable de la editorial del periódico.
No dudé en responderle afirmativamente.
Y así es como me metí en la historia, la otra historia que les voy a contar. La historia del cadáver de una mujer, de un coronel y yo en medio de ellos.
Así comienza.

-¿Helado no?, le pregunté.
-Muy helado, tanto como el cadáver de esa mujer. Siempre frío.
-Coronel, esa mujer logró entrar y permanecer en su vida a pesar de los años ya pasados - le dije.
-Esa mujer, esa mujer – murmuró y rió y recordó.
-Sírvame más whisky, por favor-me dijo el coronel con un tono hosco y severo.
Lo miré y vi que lloraba, esas gotas guardadas durante años caían desde su cara pálida a los mosaicos de su escritorio.
En la mesa marrón tiró la última foto que le tomaron a ella.
Miró la foto. Yo también la miré. La mujer estaba totalmente desnuda mostrándose al mundo.
Tomó en sus manos el retrato agrietado y me lo dio.
-Llévelo y publíquelo en su periódico, señor periodista- me dijo el coronel.
Su decisión me sorprendió. ¿El hombre deliraba o estaba consciente? , me pregunté.
-¿Publicar esta foto y ella totalmente desnuda en ese féretro recubierto de oro? Agradezco su colaboración y generosidad, señor coronel- murmuré.
-Y ahora váyase y no vuelva nunca más-gritó el militar.
Salí de su casa, mis pies corrían rápido, no mire hacia atrás ni una sola vez. Prefería olvidar ese momento. No lo pasé bien. Tomé un colectivo para ir a la imprenta.
-Esta nota me consagra o me destruye para siempre, dije en voz alta en medio del colectivo. Los pasajeros me miraron haciendo un gesto de desconcierto con sus cabezas.
Le entregué la foto al responsable de la edición del diario.
Ignacio no lo podía creer.
-Lo lograste muchacho-me dijo, lo lograste carajo. Nunca pudimos acercarnos a él ni siquiera para insinuarle el secreto del secuestro del cuerpo muerto de esa mujer tan popular.
Ella ,era querida por muchos y era odiada por otros.

Mañana todos verían la parte de la historia no contada hasta hoy.
En la primera plana del diario apareció la foto de ella. La edición se agotó en menos de dos horas. Se volvió a reeditar varias veces.
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Lo extraño es que hoy después de tantos años buscando entre mis papeles guardados no puedo encontrar ni el periódico ni la foto avejentada ni el sabor del whisky del vaso del coronel.
Mi memoria debe estar jugando con la mujer en algún lugar de un mundo lejano al que a mí no me es permitido entrar.

GRACIELA AMALFI

domingo, 5 de diciembre de 2010

Kumiko..."pero". Parte L




Kumiko…”pero”. Parte L.

La invitación de René me pareció por demás embriagadora de pasión, de ilusiones y de sueños. Mis pensamientos empezaron a caminar por lugares deshabitados e inconclusos. La idea del viaje a su lado me parecía maravillosa, a qué joven de dieciocho años no le parecería extraordinaria semejante propuesta.

Dejarlo todo así tan rápido, no, no iba con mis ideales. Un amor, un hombre, una vida desconocida me tendían la mano y no es que iba a negarla, pero…

_Piensa, Kumiko, piensa, insistían las palabras de un abuelo que ya no estaba enfrente de mí pero que seguía vivo en mi corazón.
Me sentía en el medio de un ring en el que tendría dos rivales en lugar de uno, y yo Kumiko, la Kumiko de siempre enfrentando a ambos.
Por la retaguardia derecha estaban acomodados con sus guantes negros de boxeadores experimentados mis padres, y por la izquierda los guantes rojos llenos de pasión de René.

Necesitaba volver a casa. Meditar debajo de mi árbol, de lo único que sentía mío desde años, mi herencia.
Lo hice. Regresamos el lunes a la mañana en un Ford más descansado y con una temperatura que ya no apretaba nuestra ropa ahora informal.
A René le expliqué antes de partir que realmente lo amaba, pero que yo tenía mis tiempos y para tomar semejante decisión debía pensarlo algo más. Fue muy doloroso decírselo. Él tendría que comprender que yo nunca iba a ser una mujer fácil de convencer. Esto lo supo a través de los años.

Sallie y Eleanor apuraban mi ida a la Argentina. Les costaba convencerme así tan rápido.
-Si lo querés ¿para qué esperar?-decían a coro.

-Y si me quiere ¿para qué el apuro?- les respondía yo.

Dejaría mucho en América, ganaría mucho en Argentina, o ganaría mucho en América y perdería mucho en el otro país.
¿Cómo saberlo? Solo con probarlo.

Mis padres se opusieron de forma tácita y precisa a mi viaje.
René no esperaba esa indecisión de parte mía.
Yo necesitaba tiempo para pensar, era mi vida, sólo mi vida y de ello no tendría que rendir cuentas a nadie.

Las historias de amor me apasionaban. Cumbres borrascosas, La Traviata, pero como en ellas… el amor se veía maltratado muchas veces.

Esos días fueron los más solitarios de mi vida. Me encerraba en mi cuarto a leer o me sentaba en el viejo sillón de paja de mi árbol y en ambos lugares pensaba y pensaba.
Sólo de una cosa estaba segura y era que quería escribir, seguir escribiendo como lo había hecho a escondidas durante cinco años. También tenía claro que no quería seguir viviendo mi vida acomodada y sin altibajos como hasta ahora.

Argentina era un desafío, mi desafío.
Más tarde me daría cuenta que René sólo fue un instrumento para transitarlo, sin su ayuda hubiera sido más difícil pero igual lo hubiera logrado.
Pasaron seis meses hasta que en medio de cartas postales desordenadas y una maleta enorme decidí viajar hacia esas tierras casi perdidas de América del sur.

P/D: Amigos kumikianos ...nuestra protagonista comienza un largo viaje y por un tiempo dejará de andar por el blog...en algún mes del 2011 nos seguirá relatando sus andanzas...

GRACIELA AMALFI- UN DÍA DE DICIEMBRE DE 2010

Novedades de diciembre 2023.

Hola, ¿cómo estás? Paso por acá, para contarte algunas de mis actividades de estos meses. 1- En noviembre, terminamos el ciclo 20...