domingo, 28 de marzo de 2010

El café literario.






Según el Proyecto de Habilitaciones y Permisos del Gob. de la Ciudad de Buenos Aires “ Se entiende por café literario al local que cumpliendo las prescripciones de la definición de café brinde al público el servicio de lectura de libros…”
Nuestro Café literario es un lugar “tanguero” llamado “Bien Bohemio”, ubicado en Sanchez de Loria al 700. Ahí nos juntamos los 4º sábados de cada mes, bajo la Coordinación de Ana María Sanchis y Enid Pereda Girón.
Mientras tomamos un jugo, un café o una gaseosa los presentes van leyendo poesías o cuentos propios o de otro autor. Se logra un clima cordial, amigable.

Hoy leí un texto de Charles Chaplin que me parece hermoso.

Lo comparto con Uds. Demás está decirles que están invitados a compartir el sábado elegido con nosotros.

¿Qué es la felicidad?

La vida es una obra de teatro que no permite ensayos...
Por eso, canta, ríe, baila, llora
y vive intensamente cada momento de tu vida...
...antes que el telón baje
y la obra termine sin aplausos.

¡Hey, hey, sonríe!
más no te escondas detrás de esa sonrisa...
Muestra aquello que eres, sin miedo.
Existen personas que sueñan
con tu sonrisa, así como yo.

¡Vive! ¡Intenta!
La vida no pasa de una tentativa.

¡Ama!
Ama por encima de todo,
ama a todo y a todos.
No cierres los ojos a la suciedad del mundo,
no ignores el hambre!
Olvida la bomba,
pero antes haz algo para combatirla,
aunque no te sientas capaz.

¡Busca!
Busca lo que hay de bueno en todo y todos.
No hagas de los defectos una distancia,
y si, una aproximación.

¡Acepta!
La vida, las personas, haz de ellas tu razón de vivir.

¡Entiende!
Entiende a las personas que piensan diferente a ti,
no las repruebes.

¡Eh! Mira...
Mira a tu espalda, cuantos amigos...
¿Ya hiciste a alguien feliz hoy?
¿O hiciste sufrir a alguien con tu egoísmo?

¡Eh! No corras...
¿Para que tanta prisa?
Corre apenas dentro tuyo.

¡Sueña!
Pero no perjudiques a nadie y
no transformes tu sueño en fuga.

¡Cree! ¡Espera!
Siempre habrá una salida,
siempre brillará una estrella.

¡Llora! ¡Lucha!
Haz aquello que te gusta,
siente lo que hay dentro de ti.

Oye...
Escucha lo que las otras personas
tienen que decir, es importante.

Sube...
Haz de los obstáculos escalones
para aquello que quieres alcanzar.
Mas no te olvides de aquellos
que no consiguieron subir
en la escalera de la vida.

¡Descubre!
Descubre aquello que es bueno dentro tuyo.
Procura por encima de todo ser gente,
yo también voy a intentar.
¡Hey! Tú...
ahora ve en paz.
Yo preciso decirte que... TE ADORO,
simplemente porque existes.


Charles Chaplin

miércoles, 24 de marzo de 2010

CANTATA CARMINA BURANA







CARMINA BURANA DE CARL ORFF

El domingo 21 de marzo tuve el placer de asistir a un espectáculo con mayúsculas।


Bajo la dirección del Prof. Gustavo Codina con solistas, Coral Ensamble y Ensamble de Percusión se interpretó la Cantata Carmina Burana, en el Teatro del Globo.
Este Ensamble Lírico orquestal es una Asociación sin fines de lucro, cuyo objetivo es promover el desarrollo de la cultura musical, lírica y teatral en todas sus manifestaciones.

http://www.ensamblelirico.com.ar/

Esta obra fue estrenada en 1937 en Frankfurt. Se basa en una selección de poemas tomados de textos de los Goliardos, escritos en los siglos XII y XIII. Estos eran una sociedad heterogénea formada por escolares errantes, clérigos que colgaron sus hábitos; escritores, cantantes y músicos a la vez, gozadores del juego, el vino y el amor, peleadores, ingeniosos y rebeldes a la iglesia y a la autoridad.
Estos textos se conservaron en el monasterio de Beuren, Baviera y de todos ellos Orff selecciona los que componen esta Cantata.

Transcribo el prólogo y el epílogo:

“Fortuna Emperatriz del Mundo”

¡Oh , Fortuna, como la Luna, de estado variable
Siempre creces o decreces, Vida detestable!
Primero embotas y después estimulas la mente,
Como en un juego.
Disuelves pobreza y poder como el hielo.
Suerte cruel e inútil, eres una rueda voluble.
De vana condición, vana salud,
Siempre disoluble.
Ensombrecida y velada brillas también para mí,
Por el juego de tu maldad
Llevo la espalda desnuda.
La suerte saludable y virtuosa ahora me es contraria.
Los afectos y los defectos
Siempre vienen impuestos.
En esta hora sin demora
Impulsen los latidos del corazón, el cual,
Por azar, decae al fuerte.
¡Lloren todos conmigo!

Y para terminar enciendan los parlantes y a escuchar un video que encontré en youtube, entrar es este link y a disfrutar…

http://www.youtube.com/watch?v=QEllLECo4OM

sábado, 20 de marzo de 2010

El bar del Diablo Calvo.


El bar del Diablo Calvo.


Sergio siempre fue un bohemio de ley. Flaco, alto. Llevaba su pelo largo. Lo acompañaba un morral marrón oscuro, unos jeans gastados, un par de zapatillas y una chomba al tono.
El hombre iba todos los días al bar el “Diablo Calvo” situado en una esquina cualquiera de Floresta . Se sentaba en la mesa mejor ubicada al lado de la ventana que daba a la calle. Calle perdida en medio de la gran ciudad. En las paredes colgaban cuadros con rostros pintados. Se podía ver la sonrisa de Gardel, los rulos de Marilyne Monroe, el peinado de Elvis, un cigarrillo en la boca de Cortázar. Asentado sobre mosaicos oscuros, muy caminados y con cáscaras de maníes por todos lados. Las mesas cuadradas de madera y las sillas a su alrededor eran las típicas de los bares antiguos.
El “Diablo Calvo” era atendido por su dueño Ignacio, hijo del fundador del negocio. Todavía trabajaban en el lugar los dos mozos que abrieron sus puertas por primera vez en 1959.
Algunos contaron que Ignacio tenía un hermano que murió cuando era chico. Se decía que por un accidente de tránsito a dos cuadras del lugar. Un colectivo, un semáforo mal cruzado, una pelota que atravesó la calle. Todos preferían callar este tema.
Sergio bohemio y maduro pedía uno, dos, tres cafés durante los inviernos y alguna cerveza bien fría en los veranos. Llegaba a eso de las cinco de la tarde, sacaba libros, hojas escritas y otras sin letras, lapiceras y empezaba a escribir. Nadie sabía que era lo que escribía. Siempre estaba solo.
Los visitantes del bar eran los mismos de años, los lugareños, los conocedores de ese “diablo”. Ese sitio estaba muy escondido en esa callecita de Floresta como para ser descubierto por algún caminante fugaz.
Un día cualquiera me crucé con Sergio. De este bohemio aprendí todo lo que sé del “Diablo Calvo”.
Me llevó un montón de días convencerlo para que me “presente” a su Calvo Diablo.
Antes de conocer el bar me lo había imaginado de muchas maneras, algunas casi indescriptibles. Por mi cabeza desfilaron mil colores, otras tantas esquinas y avenidas y calles y pasajes.
La amistad con Sergio creció con tiempo y horas de escritura y así logré que me diera la dirección. Nuestra relación fue creciendo entre mesas cuadradas y sillas del lugar.
Hoy llegué al bar en mi moto, como siempre. Lo busqué entre las mesas. No lo ví por ningún lado y me angustié. Esperaba ese encuentro literario como un manjar durante la cena. Al no encontrar a mi amigo “el bohemio”, como lo llamaba, se apoderó de mí un sentimiento de abandono que jamás había experimentado. En medio de toda esta isla de incertidumbre pregunté por él a uno de los mozos. Me respondió que el hombre no había estado por ahí desde hacía unos tres días. Mi yo se desmoronó en forma total.
¿Qué le podía haber pasado a mi literato amigo?, me dije.
Volví al otro día y al otro y al otro. Y “mi bohemio ejemplar” sin aparecer. Pensé en mandarle un mail. Una semana más tarde recibí una respuesta diciéndome que había cambiado al “Diablo Calvo” por la “Virgen Inmaculada”.
Rara decisión-pensé.
Nunca me dijo el motivo de su cambio de rumbo, ni siquiera se me ocurrió preguntárselo. No me importaba ahora. Lo había encontrado. Mi tarea sería convencerlo para que me diera la dirección del nuevo bar. Estoy segura que lo lograré aunque me lleve varios años.
En ese tiempo impredecible me imaginaré la disposición de las mesas de la Virgen Inmaculada, sus cuadros, sus baldosas, su esquina. Toda su arquitectura.
Por razones obvias no serán las mismas que las del “Diablo Calvo”.


GRACIELA AMALFI-13-01-10

miércoles, 10 de marzo de 2010

El abuelo Félix

EL ABUELO FELIX


Corrían los años 70 y algo más.
Cuando pasó.
Mi abuelo materno era un gringo bien gringo. Hijo de italianos venidos al país casi al principio del siglo XX. Nació por el mes de julio de 1901.
Sus ojos eran tan azules como todos los mares juntos, hermosos, bellos.
Nunca volví a ver unos ojos de ese color tan cielo, tan mar en calma.
Francisco era su nombre, pero todos le decían Félix, “don Félix “.
Según me contó mi madre, su abuela en realidad quería llamarlo así. Pero por esas cosas que pasaban en los pueblos del campo, se dio que se llamara Francisco en lugar de Félix.
Igual para poco sirvió.
Porque él era el abuelo Félix, don Félix, papá Félix.
Nunca quiso que lo tuteáramos.
-Eso es una falta de respeto, nos decía.
Ni sus seis nietos, ni sus tres hijas, ni la abuela Irene, entendían su filosofía del respeto. Pero igual “lo respetábamos” y lo tratábamos de USTED.
Mi abuelo paterno, era distinto, no pensaba igual. Claro, don Pedro siempre vivió en la ciudad.
El abuelo Félix era del campo, bien del campo.
-El mejor para las matemáticas, decían todos.
Mi madre y mis tías aún hoy lo repiten. El abuelo resolvía la más compleja cuenta numérica de la forma más rápida y de la operación matemática que le pidieras.
A veces me pregunto si mi atracción hacia esa materia la habré heredado de él.
Era un gringo corpulento, con mucho cabello cano, manos enormes.
Y sus ojos tan azules, como nunca he vuelto a ver. Esto ya se lo conté.
Un día de febrero de esos 70 y algo más, estaba yo en una habitación de mi casa.
Leyendo, tranquila, sin nadie alrededor.
Y no sé, oí algo dentro mío, si oí, digo bien, no sentí.
Oí una voz que me dijo:
- Mañana tu abuelo o tu papá se van a morir.
Inconscientemente hice mi elección.
Que pensamiento tan extraño, me dije.
No entiendo nada, qué significa esto, pensé.
Salí del cuarto.
Me fui a la cocina donde estaba mi madre.
No le conté nada. Cómo iba a contar semejante locura, semejante pensamiento.
Mi abuelo, ya viudo, vivía a unas cinco cuadras de casa.
Todas las tardes con mamá y mi hermano íbamos a visitarlo un rato.
Su casa era la más linda del pueblo y creo que aún lo sigue siendo. Lamento tanto que ya no sea de la familia.
Cuántos recuerdos escondidos ahí dentro, cuántas travesuras, cuántas risas, cuánto calor a familia.
Era la tarde del 26 de febrero, estábamos llegando a la casa del abuelo Félix. Una vecina se nos acerca y nos dice que el abuelo está tirado en el parque.
Salimos corriendo y sí: Ahí estaba.
La tijera de podar en su mano derecha, tirado en el suelo, los ojos semiabiertos.
Alguien salió corriendo a buscar a la única enfermera del pueblo.
Mi madre, la vecina y yo lo llevamos como pudimos hasta su habitación.
Qué pesado que era su cuerpo, ahora más que nunca.
Llegó la enfermera.
El ahí tendido en su cama, ella tratando de reanimarlo.
Yo miraba desde el pie de la cama.
El abuelo no volvía en sí.

Ya más no recuerdo.
Seguramente después llegó la ambulancia, mis tíos, mis primos.
No lo sé.
Sólo sé que ese día mi abuelo murió.
Nunca me animé a contarle esto a nadie.
Siempre cargué con esa culpa.
Mi cruz es si mi pensamiento atrajo a la muerte.
Pero, si yo no pensaba en ella, a los dieciséis años no se piensa en ella.
Y tampoco me animé a contarlo porque temía que pensaran que estaba loca, que alucinaba o inventaba cosas de jóvenes.
Lo raro, es que hoy con mis más de cuarenta años, tampoco me atrevo a contárselo a nadie.
Sólo quien esté leyendo esto conocerá mi secreto, mi duda, mi confusión.
Y al final…
Sólo recuerdo los ojos azules, tan azules…

Apegos feroces, de Vivian Gornick