domingo, 12 de diciembre de 2010

La mujer y el coronel.




La mujer y el coronel.


Whisky agitado por la mano del coronel, hielo desarmado, líquido frío que enrojecía sus dedos y quemaba su voz.
Eran mis inicios como periodista. El tiempo presente eran los años 60-70, apenas lo recuerdo.
Fue una de mis primeras entrevistas.
-¿Te animás muchacho?- me preguntó el responsable de la editorial del periódico.
No dudé en responderle afirmativamente.
Y así es como me metí en la historia, la otra historia que les voy a contar. La historia del cadáver de una mujer, de un coronel y yo en medio de ellos.
Así comienza.

-¿Helado no?, le pregunté.
-Muy helado, tanto como el cadáver de esa mujer. Siempre frío.
-Coronel, esa mujer logró entrar y permanecer en su vida a pesar de los años ya pasados - le dije.
-Esa mujer, esa mujer – murmuró y rió y recordó.
-Sírvame más whisky, por favor-me dijo el coronel con un tono hosco y severo.
Lo miré y vi que lloraba, esas gotas guardadas durante años caían desde su cara pálida a los mosaicos de su escritorio.
En la mesa marrón tiró la última foto que le tomaron a ella.
Miró la foto. Yo también la miré. La mujer estaba totalmente desnuda mostrándose al mundo.
Tomó en sus manos el retrato agrietado y me lo dio.
-Llévelo y publíquelo en su periódico, señor periodista- me dijo el coronel.
Su decisión me sorprendió. ¿El hombre deliraba o estaba consciente? , me pregunté.
-¿Publicar esta foto y ella totalmente desnuda en ese féretro recubierto de oro? Agradezco su colaboración y generosidad, señor coronel- murmuré.
-Y ahora váyase y no vuelva nunca más-gritó el militar.
Salí de su casa, mis pies corrían rápido, no mire hacia atrás ni una sola vez. Prefería olvidar ese momento. No lo pasé bien. Tomé un colectivo para ir a la imprenta.
-Esta nota me consagra o me destruye para siempre, dije en voz alta en medio del colectivo. Los pasajeros me miraron haciendo un gesto de desconcierto con sus cabezas.
Le entregué la foto al responsable de la edición del diario.
Ignacio no lo podía creer.
-Lo lograste muchacho-me dijo, lo lograste carajo. Nunca pudimos acercarnos a él ni siquiera para insinuarle el secreto del secuestro del cuerpo muerto de esa mujer tan popular.
Ella ,era querida por muchos y era odiada por otros.

Mañana todos verían la parte de la historia no contada hasta hoy.
En la primera plana del diario apareció la foto de ella. La edición se agotó en menos de dos horas. Se volvió a reeditar varias veces.
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Lo extraño es que hoy después de tantos años buscando entre mis papeles guardados no puedo encontrar ni el periódico ni la foto avejentada ni el sabor del whisky del vaso del coronel.
Mi memoria debe estar jugando con la mujer en algún lugar de un mundo lejano al que a mí no me es permitido entrar.

GRACIELA AMALFI

5 comentarios:

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