El lunes 17 de octubre, fui invitada por la Biblioteca Popular Cornelio Saavedra a participar de un evento al que concurrían alumnos de primer a tercer grado del Colegio Divina Providencia del barrio de Saavedra, CABA.
La página web ( www.bibliotecacsaavedra.org.ar) de la Biblioteca nos dice:
Una Biblioteca Popular es una Asociación Civil autónoma, creada por la vocación solidaria de un grupo de vecinos de una localidad o barrio -dirigida y sostenida básicamente por sus socios- con el fin de brindar información, educación, recreación y animación socio-cultural mediante una colección bibliográfica y multimedial de carácter general y abierta a todo público.
La Asociación Vecinal y Biblioteca Popular Cornelio Saavedra fue fundada en el año 1918. Se trata de una institución educativo-cultural básica que en forma amplia, libre y pluralista ofrece servicios y espacios para la consulta, la expresión, el desarrollo de actividades culturales, de extensión bibliotecaria y de la lectura.
Esta Biblioteca está ubicada en la calle García del Río 2737 de la ciudad de Buenos Aires.
En ella se desarrollan múltiples actividades culturales. Teléfono 4701 5180 Horario de atención: 15.00 a 20.00 horas.
Durante la visita de estos alumnos, la bibliotecaria Sra. Mary Casanova explicó qué es una biblioteca, interactuó con los alumnos por medio de preguntas y respuestas. Los chicos, acompañados por docentes y padres, se interesaron por recorrer todas las instalaciones y disfrutaron mucho del encuentro.
Yo participé leyendo uno de los cuentos de mi libro infantil "Las aventuras de Cata y su abuela Lili". Además los chicos me hicieron preguntas referidas a mi actividad literaria. Leí mi cuento "Renzo, el perro mochilero".
Dejo un fragmento del cuento, y algunas fotos del encuentro con los alumnos en la Biblioteca del barrio.
Renzo,
el perro mochilero
Renzo anda siempre de acá
para allá, y lleva su mochila roja como todos los mochileros: en la espalda. En
el barrio de Cata, todos lo conocen: no cualquiera es un perro mochilero. Y
además no cualquier perro sabe hablar, y él habla; pero esto no les llama la
atención a los chicos, porque Renzo siempre fue un perro distinto. Algunos
dicen que se escapó de un laboratorio, que los científicos pudieron hacerlo
hablar y le dieron inteligencia.
Mientras viaja, recorre
campos de girasoles y maizales. Va por caminos de mariposas de colores que
suben y bajan, divirtiéndose. Se baña en los arroyos, y es amigo de los ríos,
que le murmuran canciones que sólo Renzo entiende. A veces el viento le hace
cosquillas en el hocico para que él siga caminando y no se duerma. Claro que, de
tanto andar y andar, también se cansa. Por ahí se pone a dormir en alguna
calesita vacía o en la estación de trenes o debajo de algún árbol con hojas que
se sacuden despacio para no despertarlo. Cuando duerme de más, aparecen los
grillos y los gorriones, y lo despiertan.
Renzo camina y camina. Le
encanta pasear en medio de las rosas, como las que tiene la abue Lili en el
jardín, o entre el aroma de los limoneros. Lo alegra ver el amarillo de los
limones, percibir su olorcito ácido y medio dulce. Y ni que hablar cuando
llueve: Renzo se va al parque, para echarse bajo un árbol espeso a mirar la
lluvia.
―¿Qué llevás en tu mochila,
Renzo? ―le preguntan los chicos.
―Cosas de mochilero ―les
dice él, y no les cuenta nada.
Cata y sus amigos también
quieren saber qué lleva Renzo en su mochila roja. Ni la abue Lili sabe. Todos
imaginan qué podrían encontrar: un par de huesos, una botella con agua, un
paquete de galletitas con forma de gatos, un cuchillo, una linterna, un libro
sin índices, un mapa de colores. ¡Cuántas cosas cabían en esa mochila tan, tan
grande! Lo que sí saben que lleva es una bolsa de dormir, porque bastante
sobresale de la mochila.
Un día, cuando la
curiosidad los venció, todos los chicos lo rodearon:
―¡Que abra la mochila!
¡Queremos ver!
Renzo no habló: ladró
enojado, y los chicos dejaron de preguntarle.
Pero hasta los otros perros
querían saber qué llevaba ahí adentro. Ni el perrito de Cata, que es tan
simpático, pudo convencerlo de que le contara lo que llevaba de aquí para allá.
A uno de los chicos ―uno de
esos chicos malos que nunca faltan― se le ocurrió que él y los de su banda
podrían robarle la mochila a Renzo.
―No ―dijo Cata―, eso es ser
tramposo: hay que averiguar qué lleva Renzo en la mochila, pero sin hacerle
daño.
Y, cuando Cata dijo eso,
los muy estúpidos se rieron de ella.
Y un viernes frío y que
llovía mucho―no había gente en el parque―, los tres malos se acercaron a Renzo,
que estaba echado bajo su árbol. A él le pareció que querían hablarle, pero en
lugar de eso empezaron a darle puñetazos y patadas. +Uno le metió una bolsa en
la cabeza, otro le agarró las patas de atrás, y el más malo de los tres le robó
la mochila. El perro trataba de morderlos, pero no pudo zafarse de la bolsa
aunque sacudiera las patas como loco. Con la mochila a la rastra, los tres
salieron corriendo. Renzo quedó en medio del pasto y bajo el aguacero, hasta
que pudo arrancarse la bolsa. El pobrecito estaba todo machucado, lleno de
moretones y empapado. Igual se sacudió, se estiró y corrió a perseguir a los
chicos.
―¡Mi mochila! ¡Devuélvanmela, malvados cachorros de
gente!
Los tres chicos malos se
metieron en la casa de uno de ellos, que vivía enfrente del parque, y el pobre
Renzo se quedó ladrando en la vereda. Seguía lloviendo. Él estaba muy triste sin
su mochila. A su edad, arrugado de tanto empape y con las orejotas chorreando,
se sintió un verdadero perrito abandonado.
La gente pasaba apurada con
sus paraguas. Veían a Renzo, pero no lo reconocían sin su mochila. Nadie tenía
tiempo de pararse a mirar qué le pasaba a un pobre perro empapado que ladraba de
desesperación. Las orejotas se le alargaron más todavía con tanta agua.
Aunque llovía mucho, Cata
había ido a la clase de danza. Con su piloto azul, las botas nuevas y agarrada
bien fuerte de la mano de la abue Lili, caminaba saltando los charcos. De
repente se chocó con un perro todo mojado: ¡Renzo!
―¿Qué hacés todo mojado, Renzo?
¿Y la mochi?
―Se salieron con la suya ―ladró
el perro mirando hacia la ventana de la casa de esos tres chicos ladrones.
―Se salieron con la suya ―repitió
la abue―, pero ya verán.
(sigue...)
Extraído de mi libro de cuentos "Las aventuras de Cata y su abuela Lili". Si les interesa tener un ejemplar se contactan a mi mail, y con gusto se los hago llegar. En la ciudad de Buenos Aires sin gastos de envío y en el resto de Argentina se agrega el costo de envío.
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Hasta la próxima,
Graciela Amalfi, escritora.
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