La novena víctima.
El hombre se llama Ezequiel Acevedo. Es alto, flaco, salvaje, sus ojos aparecen como espejos que corren a la noche. El aguarda como horas desobedientes el salir de su novena víctima. Ella es una cajera de un banco del barrio de Belgrano, es como una niña que juega en su cielo, en su bosque, en su plaza.
Ezequiel se siente atraído por la mujer. Esta mujer que le agrada y le apasiona. La espera salta y escribe en su mundo amenazante y pestilente.
Cada día se acerca a él como una sombra, el negro y desnudo recuerdo de su madre, quien murió en medio de un tiroteo malvado y vacío que aturdía contra el otro lado de la calle.
Mira su reloj, las agujas pálidas apuntan hacia la hora de salida de la joven cajera. Las voces de alrededor proyectan su historia en la espera.
Suena una alarma, llegan dos patrulleros, una ambulancia, la gente del interior irrumpe en su paisaje.
Ella no sale. Ezequiel enmudece como una nube que llora en el piso al acecho de un humo desesperanzado.
Laura es llevada como el otoño que vuela en bocanadas. Sale sobre una camilla verde acariciando el basural de la mente asesina.
El hombre llora, grita, alucina. Se rompe en la vereda como un mar en la cascada.
Su novena víctima se le escapó, destruyó su esperanza de volver a matar.
El hombre se llama Ezequiel Acevedo. Es alto, flaco, salvaje, sus ojos aparecen como espejos que corren a la noche. El aguarda como horas desobedientes el salir de su novena víctima. Ella es una cajera de un banco del barrio de Belgrano, es como una niña que juega en su cielo, en su bosque, en su plaza.
Ezequiel se siente atraído por la mujer. Esta mujer que le agrada y le apasiona. La espera salta y escribe en su mundo amenazante y pestilente.
Cada día se acerca a él como una sombra, el negro y desnudo recuerdo de su madre, quien murió en medio de un tiroteo malvado y vacío que aturdía contra el otro lado de la calle.
Mira su reloj, las agujas pálidas apuntan hacia la hora de salida de la joven cajera. Las voces de alrededor proyectan su historia en la espera.
Suena una alarma, llegan dos patrulleros, una ambulancia, la gente del interior irrumpe en su paisaje.
Ella no sale. Ezequiel enmudece como una nube que llora en el piso al acecho de un humo desesperanzado.
Laura es llevada como el otoño que vuela en bocanadas. Sale sobre una camilla verde acariciando el basural de la mente asesina.
El hombre llora, grita, alucina. Se rompe en la vereda como un mar en la cascada.
Su novena víctima se le escapó, destruyó su esperanza de volver a matar.
GRACIELA AMALFI.
Ac{a estoy Gra! disfrutando de tus cuetos
ResponderBorrary de tu bello blog
Te sigo amiga
Un beso de Luz
Monica
Genial Boticaria! Como siempre!!!
ResponderBorrarMuy buen trabajo, breve pero intenso.
ResponderBorrarCreadores Argentinos
Uhh...también de SUSPENSO!!!!!???, bavooooooo Boticaria!!!!!!
ResponderBorrarClau
Buenisimoooo!! Final no esperado!!
ResponderBorrarVamos por mas!!!! jajajja
Hola Graciela, tanto tiempo, primera vez que entro a este blog, te hacía en Bruges solamente! Me gusta este cuento, buen final!
ResponderBorrarDónde andás? Te dejo los links de mi nuevo blog más el de bligoo, vení a visitarnos, saludos a las bruges!
Un beso, Myriam
http://recetasparamishijos.blogspot.com/
http://fusiondelasartes.bligoo.com/
amalfi047@hotmail.com,(jorge amalfi)
ResponderBorrarotra vez yo graciela, muy bueno, retomo este tema de seguirte en la red, ciao
te salio bien, con un final interesante :)
ResponderBorrarEspectacular Graciela. Me gusta leerte. Un saludo.
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