LOS QUIERE SIEMPRE................................LA BOTICARIA!!!
ACÁ VA OTRO CAPÍTULO DE MI NOVELA "KUMIKO, MUJER SIN TIEMPO".
Kumiko… vuelta a Buenos Aires
La ciudad recién llegada brillaba con su luz artificial. Bajé del micro. De repente el mundo estalló encima de mí, crujió como un cristal asombrado y quebradizo.
Ahora, El Bolsón estaba lejos. Sus calles abandonadas de caminantes ansiosos, no reflejaban nada de esta Buenos Aires apresurada y loca, loca de angustia, repleta y sola, sagaz y húmeda, ganándole a un río sucio, que seguía acariciándola aunque ella se negara.
Leí dos veces la dirección de María anotada en mi agenda: Cuba 1862. Mi valija, mi bolso y yo subimos a un coche de alquiler. El conductor me miró raro. A mí no me gustó la cara que veía a través del espejo retrovisor. Quizás mi acento americano, mezclado con el del sur argentino, le haya llamado la atención. Tomó por una calle cualquiera. El reloj del taxi aumentaba rápidamente su forma, yo lo observaba y sus números aparecían para desaparecer bruscamente. Mis ojos se enfrentaban a la cara del hombre y se enfrentaban al reloj que iba y venía, y subía y parecía querer volar.
-Creo que ese aparato funciona mal, mister-, dije con un tono opaco y seco.
-Disculpe, no la oí-, dijo él.
Las palabras que siguieron terminaron en una discusión, que me hizo bajar del Siam di tella negro con techo amarillo, en una esquina cualquiera y no en el que debía ser mi destino final.
Lo que lamento del suceso es haber olvidado mi bolso de mano en el taxi, ahí llevaba el libro que Marcelo me había regalado en La Paz, unos años atrás. Era lo único que había traído de El Bolsón para tener su recuerdo presente. Un taxi perdido en la ciudad me lo arrebató, sin yo darme cuenta.
Miré el nombre de las calles, debía caminar muchas cuadras para llegar a lo de María, y pocas habían sido las cuadras recorridas con ese hombre deshonesto, como para que me robara tanta historia vivida.
La valija pesaba, cargaba mi angustia, mi tristeza de la segunda llegada a Buenos Aires, no era eso lo que yo había imaginado cuatro años antes, cuando me subí al avión en mi país.
Caminé media cuadra y entré a un bar que estaba abierto. Madrugada porteña. Eran las dos de la mañana. Me senté y pedí un café bien negro y un sándwich. Tenía hambre, sed, ganas de llegar a algún lado. En el bar había doce mesas y sólo dos ocupadas. Yo había optado por la que estaba pegada a la ventana. Mientras comía saqué mi diario y una lapicera. Recorrí mi vida… la secundaria, mi viaje, mi país, René, su familia, Marcelo. Todo era una sombra que se posaba en mis locos veintitrés años y oscurecía mi pensamiento. Sentí el peso de esos años como si fuera el que llevo puesto hoy en el traje de mi vida.
La frustración me atravesó como una lanza aguda y no pude evitar llorar. Los tres hombres de la mesa más cercana se miraron, me miraron. Uno de ellos, se acercó a preguntarme si me podía ayudar en algo. Le agradecí con una sonrisa forzada y me quedé sola, mirando las luces de los pocos autos que pasaban por esa avenida, a esa hora y en esa madrugada.
La madrugada más infeliz que recuerdo…
Extraído de "Kumiko, mujer sin tiempo", pág.77/78.
Autora: Graciela "boticaria" Amalfi.
Hola excelente espacio lleno de buenos textos,
ResponderBorrarte dejo mis saludos, llegan estos días tan entrañables donde compartimos ilusión y alegrías con mis mejores deseos, ¡feliz Navidad!.
un abrazo.
Hola!!!!
ResponderBorrarCuanta cultura, cuanta creación, si yo pudiera escribir como usted, solo soy una aficionada a la fotografía….
¿Cómo empezó el año??, espero que bien, al igual que yo y mi blog!!!!
Un abrazo de oso.