Hoy comparto con cada uno de ustedes un cuentillo que surgió de una consigna de escritura y una foto que tomé hace pocos días. La foto la saqué en un Centro Cultural del barrio de Saavedra a una modelo que nos prestó su tiempo para que pudiéramos hacer varias tomas.
Hoy pude mezclar mis letras y mis fotos para llegar a armar este post.
Eran noches simples. Noches como tantas otras en el cementerio del pueblo.
Juan cumplía las funciones de sereno. Sereno de todos los días, salvo los viernes, ya que éstos eran sus días libres. Siempre hacía el mismo recorrido; iba desde la puerta principal hasta el final del pasillo izquierdo, desde donde podía ver de lejos la tumba que prefería. Después caminaba hasta las bóvedas; en las que “descansaba en paz” la gente rica del pueblo.
Pero había un lugar que dejaba para el final. Era el nicho en el que se podía ver la foto de una mujer, gastada, sin colores, roída por el tiempo. La foto de una mujer de la que Juan se enamoró. Él la miraba, la acariciaba, la deseaba, le hacía el amor. Vivía su romance todas las noches, menos los viernes.
Para el encuentro había preparativos especiales. Se cambiaba de ropa. Se ponía el traje azul marino y los zapatos negros. El traje era el mismo que usó el día que iba a casarse hacía más de veinte años. A los zapatos los lustraba con esmero; quedaban limpios, resplandecientes, sedosos.
Cada noche aparecía con una poesía distinta, propia, o de otros. Ahí estaba el secreto, él imaginaba que su enamorada necesitaba ser sorprendida todas las noches y no podía dejar nada librado al azar. Los detalles de presentación merecían su completa entrega. La entrega que se consumaba como un ritual.
Luego del encuentro, reía de felicidad y su transpiración perlaba su frente. Nada de lo que sucediera en el mundo le interesaba. Nadie lo veía.
Sólo la foto y él. Él y la foto.
Las noches tenían lunas, lunas de sudor, lunas de pasión, lunas de secretos.
Y esos días, los viernes, el cielo se arrugaba, el cielo sentía la ausencia de su luna.
Todos los viernes la foto de la mujer caía del nicho y rodaba por entre las tumbas y era abandonada.
Todos los viernes el hombre lloraba por su mujer, su foto y su cementerio.
Graciela Amalfi-Mayo 2010
Me encantó...
ResponderBorrarfrancamente me encantó la historia. la historia de un recuerdo que Juan no vivió pero que hace suyo, ése recuerdo es la fotografía, el fortuito encuentro en la clandestineidad de un cementerio.
ResponderBorrarMontz Moya.
Amiga... la conjunción de tus letras y la foto lograron algo realmente maravilloso!!! Una hermosa historia de amor escalofriante pero preciosa historia al fín... Es un enorme placer leerte, querida Graciela. Un beso enorme...
ResponderBorrarLaly Zayas
hoola tiiaaa! soi Belen! la verdad que muy limda la historiaa.. cautiva mucho la atencion.. espero q siga bien. besos y abrazos
ResponderBorrarMuy buena esta Historia de Amor.
ResponderBorrarTambién se nota tu perfil artístico por la excelente foto que obtuviste.
Me entretienen y atrapan tus cuentos.
Seguí soltando tu imaginación, que es muy productiva.
Besos María Inés.
Me dejó pensativa y silenciosa por un largo rato, querida Gra. Por un largo rato.
ResponderBorrarHermoso!!!
Grace (de Facu)
Hola Graciela , hermosa historia , gracias por compartir los cuentos que te habitan !Un beso Gaby .
ResponderBorrarHola graciela hoy lei tu cuento y me parece que esa mezcla entre lo romantico y lo misterioso cautiva a mas de uno. es muy lindo poder leer lo que se escapa del alma y la fantasia sin tanto limaje. Me parece espectacular, besos tu compañera del curso de gestion
ResponderBorrarFga Monica trovato
muy bueno Beli!!! me encanto!! me rozo el alma!!gracias por permitirme contactar con la emcion!
ResponderBorrarExelente Graciela! Ya te dije...Sos una caja de sorpresas....
ResponderBorrarNely
Muy pero muy buena Gra, me encanto
ResponderBorrarTe felicito
Un besote de luz Monica